La semana pasada leí en un blog una chica que se hacía el
firme propósito de no quejarse durante una semana, basándose en la doctrina del
reverendo Will Bowen que propone un mundo sin quejas destructivas sino constructivas, y crear un
cambio.
La idea es el dejar de quejarse por quejarse, “con lo que me
gusta a mí” pensará más de uno, aunque no lo reconozca en voz alta. “Qué mal
está el país; la educación de hoy en día ya no es la que era; pero qué feo es
el perro de mi vecina”, y así sucesivamente. Sólo necesitamos a un interlocutor
que nos siga el juego y entramos en una espiral de descontento sin fin.
Lo que propone este hombre no es que no nos quejemos de nada
nunca, si lo hiciéramos seríamos unos conformistas redomados, sino tratar de
hallar soluciones a lo que no nos convence. Poner el granito de arena y cambiar
algo.
Pero claro, para ello primero hay que contener la lengua, y
yo lo he intentado durante una semana. Para mi asombro, debo decir que no me
quejo tanto como pensaba, pero sólo me daba cuenta cuando ya estaba formulando
la protesta: “pero qué lentos son los de hacien… no me quejo, no me quejo, paz
interior, ooooohhhhhmmmm”. Y así todos los días. Así que, puedo decir que habré
tenido un 70% de éxito en mi propósito.
Yo pensaba que no lo conseguiría en absoluto, y me he
sorprendido gratamente de los resultados con lo que, voy a seguir con ello.
Dice el Sr. Bowen que hacen falta 21 días para que se te quite el hábito, y me
he dicho “¿por qué no?” Dentro de un par de semanas más os cuento cómo va la
cosa… si no he muerto por morderme la lengua.