Pasemos al intríngulis de la ceremonia. Ahora con ese vestido estupendo vas y te sientas en la butaca, como si estuvieras cómoda, sin romper el vestido, y en una postura totalmente natural (me viene a la cabeza esa canción de circo que todos tarareamos). Espera, espera que está lo mejor por venir. Cuando anuncian las candidaturas a un premio, esas caras de entusiasmo en un segundo, y al siguiente, como hayan dicho otro nombre que no sea el tuyo, una sonrisa pétrea que ni el bótox es tan eficaz. Porque encima tienes que parecer encantada, ¡acabáramos!
Así que, yo me imagino a los candidatos tras la ceremonia, sobre todo los que no han sido agraciados con el premio del caballero desnudo, que están hasta los mismísimos de todo el paripé, echándose en la cama, para notar algo cálido, sin presión, con unas sábanas calentitas que les abracen y en la oscuridad del anonimato, intentando dormir para olvidar un mal sueño. ¡Qué duro es estar nominado al Óscar! Yo, por si acaso, no me meto a actriz, no vaya a ser que me nominen.
¿Y vosotros qué opináis ahora?
No hay comentarios:
Publicar un comentario