Obvio, porque nunca le quitarán… ¡la libertaaaaaaad!
Me encanta mi erizo, pero a veces me da unos sustos que no
veas. Le encanta salir e investigar. Por muy bonita que sea su jaula, y tenga
su comedero y su bebedero, su rueda de ejercicio, y su casita de madera
monísima, lo que quiere es escaparse e ir a su antojo.
El otro día, sin ir más lejos, eran las 3 de la mañana
cuando oigo un “tapa tapa tap”. Pensé que, estaba tan obsesionada con mi erizo,
¡que hasta soñaba con él! Después de este pensamiento vuelvo a oír el “tapa
tapa tap”, ya despierta entonces me asaltó la duda: “espero que realmente sea
el erizo”. No fuera que otro visitante nocturno anduviera por la habitación.
Encendí la luz de la mesita y, efectivamente, allí estaba Bichito más quieto
que una estatua, el pobre se piensa que así no lo veré. Será cosa de erizos.
Mi reacción fue la de susurrarle, ¿Bichito qué haces? Como
si el pobre ericito supiera algo del lenguaje humano. Y acto seguido lo cogí, y
lo llevé a su jaula, de la que se volvió a escapar esa noche, porque si pudo
una vez pudo otra. Pero cerré la puerta del comedor y así, hizo su ronda nocturna
por los rincones de esa estancia únicamente.
Conclusiones del suceso: hemos tenido que ponerle un trozo
de tela de mosquitera a la jaula para que no haga sus incursiones nocturnas.
Los erizos piden la libertad. Bichito pasa a ser Bichito Wallace.
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